Ella apareció la noche menos esperada, o tal vez la mas (no es algo que pueda precisar). Una noche en la que el desamor me había dejado agotada y distraída.
Apareció sin querer, pero literalmente. No quería presentarse en mi vida o que yo me presente en la suya. Ella ya tenia a su ella, una lesbiana conocida por dar los orgasmos mas deseados en la cama.
Fumaba y miraba desinteresadamente el frío patio con luces de neon y bancos de cemento. Un lugar que me empujaba a los mas crueles pensamientos, recordándome a los baños de gas en los que torturaban a los judíos durante la Alemania nazi. La oscuridad, el frío, el desinterés, la facilidad, los colores empalagosos en los trajes de los transformistas y hedor a droga barata, solo me impulsaban a consumir cada vez más alcohol para olvidar las escalofriantes imágenes.
Mientras yo soñaba con lugares fantásticos para huir, ella echaba el humo suavemente en la cara de su compañero, haciéndole notar su deseo contenido.
Se percató de mi presencia; lo sé porque no podía dejar de mirar su mirada y todos sabemos que eventualmente las mismas se chocan y apresuradamente hay que revolear los ojos para otro lado, intentando que la otra persona no perciba tu condenado interés.
Supo que existía (esto lo supe después) por mis comentarios desubicados que incluían términos como pingo, puto, torta-chonguito y plumas. Me di cuenta enseguida que no le parecían graciosos.
A mi me gustaban los hombres, pero esta mujer despertaba, a los apenas cinco minutos de haberla conocido, pasiones y sentimientos confusos en mi.
Consejo: NUNCA confieses delante de un amigo gay (en un boliche gay) que siendo heterosexual, te atrajo una mujer.
El se acercó a ella sin que yo lo supiera y dijo las palabras mágicas en esos antros de perdición:
G
Mi amiga está con vos.
M
Si tu amiga quiere algo conmigo que se acerque ella. Ya estamos grandes.
G
El problema es que ella es hetero.
M
JAJAJAJAJAJAJAJA.
A G no le quedó mas remedio que alejarse, buscarme en el baño de hombres-mujeres y contarme lo sucedido para que después nada me tome por sorpresa. Mi cara era digna de joda televisiva de Marcelo Tinelli, y mis ganas de matarlo se asemejaban a las de Jack el destripador.
Superficialmente me reí de ella (quién era esa mujer para burlarse de mi aparente orientación sexual y sobre todo para hacerse la diva y no acercarse sabiendo que moría por conocerla), pero por dentro sufrí (por esas mismas razones).
Seguí bailando como una desquiciada, aparentando una resbalosa frivolidad y desinterés. Como toda mujer, fue vencida por la histeria y 20 minutos antes de que prendan las luces, pude vislumbrarla caminando decididamente hacia mí, clavándome sus ojos de gato, intentando evitar que salga corriendo por la incertidumbre y el miedo a lo desconocido.
Hace 8 años